Neko

jueves, septiembre 28, 2006

 

Esperando paciente

Sucesos no muy afortunados por los que he pasado últimamente, me hicieron recordar con nostalgia un ya clásico del cine de los 90, "El Paciente Inglés". De hecho traté de arrendarla hoy sin éxito, por lo que recurriré sólo a mi memoria y a mi corazón para escribir este post.
Recuerdo cuando fui al cine con mi pequeña angelita de cabellos dorados a ver la película que había ganado 9 oscar, sin pretender dármelas de romántico ni mucho menos, sólo por la curiosidad. Para mi asombro, la cinta acabó transformándose en la única película de amor que he tenido la suerte de "sentir", pues he visto otras más (no puedo decir muchas) las que he podido "entender"solamente; comprenderán ustedes la diferencia abismante entre estos dos conceptos.

Aparte de encontrarme con una trama muy interesante, poco a poco fui haciéndome parte de la relación amorosa entre Laszlo de Almasy y Katherine (no recuerdo el apellido), que de una simple atracción física pasó a ese tipo de amor que no te deja tranquilo, porque no se soporta el diario vivir sin ver, al menos por un momento, a aquella persona especial.
No recuerdo cuánto tiempo hacía que había encontrado a mi angelita de patitas chicas, pero creo que ese día mis sentimientos cambiaron, pues aún permanecen en mi memoria algunas escenas que me identificaron mucho... me hicieron dar cuenta de que estaba enamorado, que era de esos afortunados que pueden decir que han amado... aunque no estaba conciente aún de ello.
Como olvidar la tensión inicial en la relación de ambos cuando se conocieron, o la escena de Ralph Fiennes cosiendo los botones de su camisa después de un momento de pasión anterior, el lugar "especial" en el cuello de K. bautizado como el Bósforo de Almasy, cuando el Simún del desierto sorprende a la dama británica y al conde húngaro dentro del automóvil, etc.

Pero indudablemente, desde que el novio de Katherine decide estrellarse junto a ella en su avión, es cuando la película empieza a tomar vuelo y uno empieza a entender que se es capaz de sentir lo mismo que el protagonista. Cuántas veces caminé, caminé y caminé (tal cual lo hace Fiennes por el desierto) pero siempre con la firme convicción de estar junto a ella?, cuántas veces la dejé a punto de quedarse dormida prometiéndole que volvería, tal cual lo hace Fiennes en la cueva de los nadadores?, cuantas veces estando lejos me desesperé al no poder ir a buscarla, tal cual sufre Fiennes cuando lo encarcelan sin justificación?.

Lamentablemente mi recuerdo hoy no es alegre; se me viene a la mente la escena lejos más conmovedora de toda la película, aquella donde el Conde saca de la cueva en brazos a su amada K, muerta horas antes esperándolo en absoluta oscuridad, y lo que es más triste e impactante aún, no camina llorando, lo hace gritando de dolor, escena en silencio, sólo con música de fondo, que quedará para la posteridad pues muestra el inigualable sufrimiento por el verdadero amor, escena en la cual, debo reconocerlo, tuve que disimular ante mi pequeña angelical para que no me viera llorar por primera vez...

¿Dónde estarás ahora querida rubiecita?, al menos Almasy tenía a su novia para abrazarla, yo ni siquiera eso... ¿qué puedo hacer?, ¿llorar, gritar, esperar, amar?.
Vuelve tus alas hacia mi nuevamente por favor...

Sobrevolé las ocres dunas de África a bordo de una avioneta de un conde hacia la cueva de los nadadores, donde ella nos esperaba. Amor mío, nos han abatido cuando tú estabas muerta y yo me muero en vida, quemándome...


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